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jueves, 28 de abril de 2016

FURIAS DIVINAS, la última de Mendicutti



EL HUMOR ES ALGO MUY MUY SERIO

     Mediante un sobresaliente despliegue idiomático y una trama tan divertida como precisa, Eduardo Mendicutti vuelve a sorprendernos con una novela refrescante, donde el humor es empleado para asaltar las hipocresías, las falsedades y los vicios de nuestro tiempo.

      En marzo de 2008, y con motivo de la aparición de Ganas de hablar, Eduardo Mendicutti visitó nuestra ciudad con la intención de dar a conocer su (por aquel entonces) última novela. Un servidor tuvo el honor (y el placer) de ser el encargado de introducir al autor en el acto de presentación de su novela que se desarrolló en la librería FNAC. He de confesar que, hasta unos meses antes, yo no había leído ni una sola página escrita por Mendicutti. Así que en una carrera contra el reloj me vi en la obligación de leer los títulos que consideré más significativos… Y me deslumbró un autor soberbio y cuajado, con un dominio del léxico que podría calificar de exuberante y con una capacidad apabullante a la hora de urdir tramas y manejar los mecanismos de la literatura. Me dejó sin aliento, la verdad. Me emocioné con la hermosa y triste historia de El palomo cojo (una de sus primeras novelas); no dejé de reír con las peripecias de las estrambóticas e histriónicas la Madelón, la Peritonititis y otras amigas que protagonizaron Una mala noche la tiene cualquiera; disfruté como un niño con las tribulaciones del transexual Rebecca de Windsor y su novio de Onteniente, en Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy… Me convertí en un seguidor fanático de su obra.


     Ganas de hablar, que fue el origen de mi conocimiento de Mendicutti, me pareció (me sigue pareciendo) un ejercicio léxico digno de estudio filológico, y así se lo hice saber a todos los que me preguntaron. Mae West y yo (2011) era también una gran novela. Más comedida, más asentada. Tampoco para ella ahorré elogios y alabanzas desde este suplemento. Sin embargo, la publicación de Otra vida para vivirla contigo (2013) —que tan buenas críticas consiguió— me decepcionó. Solo en dos ocasiones he empleado este espacio para criticar negativamente un libro. Cuando algo que leo no me gusta, prefiero el silencio. Así que no escribí nada. Aunque sí le comenté al autor mi parecer sobre su novela. Sé que no le gustaron mis opiniones. Estaba en su derecho. Entre otras cosas porque soy consciente —cualquier lector lo es— de que había puesto mucho de sí mismo en esa historia… quizás más que en ninguna otra (creo). A nadie nos gustan las críticas adversas, claro. Cuando escribimos intentamos hacerlo lo mejor posible, pretendemos que cada nueva novela (o poema o cuento) sea superior al anterior. Por eso se hace un flaco favor al escritor cuando se alaban obras ya lejanas en el tiempo y se silencian o critican otras más recientes. Lo sé por experiencia.

      Furias divinas es la última propuesta de Eduardo Mendicutti: 182 páginas que he leído en algo más de tres horas, de un tirón, sin dejar de reír, sin poder apartar los ojos del papel, sin dejar de admirar la capacidad de un autor bendecido por un dominio apabullante del léxico; asombrado por la facilidad a la hora de trazar tramas alegres en su superficie, pero de una seriedad y un rigor absolutos en su base.

     Confieso haber sentido mucha envidia al leer esta gran novela. No desvelaré su argumento. Bastará con afirmar que Mendicutti vuelve a sumergirnos en un mundo exuberante e histriónico. El autor emplear de nuevo el humor para minar y poner en solfa los aspectos más pacatos e hipócritas de nuestra sociedad: un humor sin tapujos ni cortapisas, sin anteojeras, a tumba abierta… Un humor verdaderamente serio y que hay que tener en cuenta.

     Furias divinas es un deleite para la inteligencia y una sabia lección del maestro hacia los que, como un servidor, siempre seremos sus más torpes aprendices. ¡Mi más sentida enhorabuena!

Eduardo Mendicutti,
Furias divinas, Tusquets Editores, Barcelona, 2016. 182 pp.

sábado, 16 de abril de 2016

BREVÍSIMA REFLEXIÓN LITERARIA


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     Después de más de quince años bregando por inculcar a los alumnos el amor a los libros y tras casi cuarenta años ejerciendo de lector compulsivo, he llegado a dos conclusiones.

     La primera de ellas es que se puede vivir sin los libros; existe una vida más allá de la lectura... pero es una vida más pobre, más limitada y, desde luego, más aburrida; una vida incompleta, quebrada y quebradiza semejante a un puzle al que le falta una pieza. El mundo actual ofrece muchas alternativas; pero todas son infinitamente menos imaginativas.

      La segunda conclusión es que existe tal cantidad y variedad de libros que es imposible que no haya ni siquiera uno que no encaje en nuestros gustos, que no nos ayude a se mejores. No leer es una opción suicida. Y si algo lamento en esta vida es no disponer de muchos más años... habiendo tantos libros como todavía quedan por leer y vivir.