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domingo, 15 de marzo de 2015

JUSTICIA, de Friedrich Dürrenmatt: LA CARA MÁS HORRIBLE DE SUIZA

     Tres son las constantes que Friedrich Dürrenmatt (1921-1990) utiliza casi obsesivamente en la gran mayoría de sus obras. La primera es la predilección por la estructura policiaca: como Borges, el escritor suizo es consciente de que el orden que impera en la novela detectivesca es el único con el que puede expresarse con cierta coherencia en una época de caos. Basta recordar títulos como La sospecha o El juez y su verdugo, reseñados con anterioridad.
      La segunda constante es la crítica soslayada ¾pero no menos hiriente ni menos evidente¾ contra la “rectitud” de la sociedad suiza, y el desvelamiento de la hipocresía y amoralidad en pro del negocio y de una supuesta neutralidad: la sociedad modélica, pacifista y civilizada se sostiene a expensas de divisas sacadas subrepticiamente de otros países ¾donde quizás la gente muera de hambre¾; bajo el anonimato de las cuentas bancarias se subvencionan asesinatos, guerras, conflictos de todo orden.
       La tercera y última constante ¾pero no menos importante¾ es la reflexión continua en torno a la Justicia. Desde las novelas arriba citadas hasta su más famosa obra teatral La visita de la vieja dama, Dürrenmatt ha convertido el análisis de la Justicia en el tema básico de su producción.
        La novela que aquí reseñamos apareció por vez primera en 1986 ¾aunque, según afirma el propio autor, la idea primigenia y el primer borrador fueron concebidos en 1955¾. Tusquets la rescata de su fondo y saca a la luz una quinta edición. Hay que alegrarse porque la novela es un ejercicio estilístico y argumental maravilloso. La idea de partida no puede ser más atrayente: en un cantón suizo, su consejero ¾hombre intachable y ejemplo de urbanidad¾ comete un asesinato en presencia de los comensales de un concurrido restaurante. Condenado a veinte años, encarga a un joven abogado ¾con apuros financieros¾ la revisión del proceso a partir de una hipótesis ilógica: él no es culpable. Se reinician los interrogatorios y comienzan a surgir las dudas ¾hay contradicciones entre los testigos, el arma homicida nunca apareció, una serie de accidentes casuales van eliminando a todos aquellos que podrían señalar la culpabilidad del consejero... y lo que es más curioso: no existe ningún motivo aparente para el crimen¾. De tal modo que el abogado protagonista se ve inmerso en un laberinto de triquiñuelas legales, de carambolas del destino, que terminará ahogándolo y del que no podrá salir sin dejar algo más que su credibilidad y su dignidad.
     Esta sátira, ácida y corrosiva, contra la Justicia y sus “operarios” ve acrecentado su cinismo en el desfile de unos personajes poco menos que surrealistas: Spät (el abogado y narrador) enamorado de la hija del acusado, Hèléne, imagen de la belleza sustentada en la podredumbre y el crimen; el engreído asesino, el consejero Kohler, quien maneja los hilos de la farsa y las marionetas desde la celda moderna y cómoda de la cárcel; la deforme Mónika, que deviene en el rostro verdadero ¾sádico, hipócrita, consumido por el odio¾ de la sociedad; la inocente Daphne, que carece de personalidad y quizás de rostro; los meros peones Winter y Bruno de un juego regido con precisión y ensañamiento. En fin, toda una caterva de personajes atípicos y en cierto modo incompletos ¾física y mentalmente¾, que muestran la realidad de un país sustentado en la hipocresía y el dinero teñido de rojo.

      Dándole la vuelta a Plinio diremos que no hay novela buena que no contenga algo malo. Justicia adolece, a veces, de cierta profusión, de un afán por revelarlo todo, como si el lector no fuera lo suficientemente perspicaz para poder llegar a las conclusiones por sí solo. Hay momentos gratuitos ¾como la escena de la violación¾ y otros en los que el lector se siente insultado en su inteligencia: Dürrenmatt quiere descubrirnos cada sutileza o doble lectura... como si nosotros no pudiéramos descubrirlas. Afortunadamente son los menos, y de ese modo la obra se lee disfrutando en cada línea, dejándose llevar por la voz de Spät: una voz algo ronca y resabiada, medio consumida por la impotencia. Cerramos el libro y una sensación de pesimismo nos invade: quizás el mundo esté bien hecho, pero sin duda está mal distribuido.

Friedrich Dürrenmatt,

JUSTICIA,

Tusquets editores, Barcelona, 215 páginas.