portada

portada

sábado, 18 de octubre de 2014

MAE WEST Y YO: a la vejez... humor

    Que el humor es algo muy serio, uno comienza a comprenderlo con la edad, tras recorrer los tres estadios que contenía el enigma de la Esfinge.
      Cuando se es joven, el humor consiste en un puñado de chistes y anécdotas, una acumulación de chascarrillos soeces y burdos: a más gritos y exabruptos, más risas. Con la madurez, la seriedad del humor es vislumbrada, pero todavía está muy lejos. Lo escatológico y lo dicharachero deja paso a una risa más inteligente (digo “más”, pues la risa casi siempre lo es), a una pátina de sarcasmo y crítica donde no se busca la carcajada repentina y rompedora, sino la comunión ideológica, la hermandad al compartir una ironía fina y sutil. Cuando llega la vejez, el humor deviene en una simple sonrisa que lo contiene todo: las novedades nos llegan empequeñecidas, carentes de importancia; las situaciones que considerábamos únicas y originales, no son sino repeticiones; los chistes que nunca antes habíamos escuchado resulta que son los mismos, pero con otro collar…
      Mae West y yo, la penúltima novela de Eduardo Mendicutti —que tanto nos hizo reír en anteriores entregas—, está escrita desde esa vejez clarividente y límpida, donde incluso las desgracias más terribles (la enfermedad del protagonista podía ser una de ellas) son acogidas con la resignación de la sonrisa y el encogimiento de hombros de quien no se rebela contra su destino. Confirmando esta idea, el propio autor antepone a su obra una cita de Joyce: “La única pregunta que importa acerca de un libro es a qué profundidad en el alma de quien escribe se ha originado”. Y cuando se cierra la novela, cuando el lector se queda con ganas de más —porque en las obras de Mendicutti uno siempre se queda con ganas de seguir leyendo más y más y mucho más allá del punto final—, somos conscientes de que la obra se originó en lo más profundo del alma y de los sentimientos, donde sólo la edad nos puede conducir: el pedestal sobre el que nos alzamos y que está formado por la sucesión de “yos” que hemos ido dejando en el camino.
´     Por todo lo antedicho, el fiel lector de Mendicutti tal vez se sienta un poco defraudado al no extraer de la obra las carcajadas estruendosas de anteriores novelas; pienso en Ganas de hablar, en Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy o en Una mala noche la tiene cualquiera, por citar algunas de las más relevantes. Sin embargo, Felipe Bonasera, el personaje protagonista y narrador, sin caer en lo “estrambótico” de El Cigala, de Rebecca de Windsor o de La Madelón, no tiene desperdicio: diplomático en horas bajas tras diagnosticarle una grave enfermedad, no dudará en emplear su afición a la ventriloquía como el modo más efectivo de esconder o atenuar sus miedos. La Mae West del título no es la despampanante actriz de los años 30, sino la voz de la enfermedad de Felipe. La novela, escrita con la prosa rectilínea y funcional de Mendicutti, alterna dos primeras personas que son una sola: la voz del protagonista y el contrapunto de su enfermedad, expresada a través de la ventriloquía.
     Ambientada en el verano de 2010, con el Mundial de Fútbol y las victorias de la Roja —sencillamente magistral el capítulo donde Mae West narra la final del Mundial— como telón de fondo (curioso: Todo está perdonado, de Rafael Reig, también en Tusquets y también ese año, está ambientada durante el otro gran éxito de la selección de fútbol: la Eurocopa de 2008), Mae West y yo se nos presenta, además, como un sentido homenaje al cine clásico: la sombra sin duda de La ventana indiscreta es evidente. Sin embargo, como buen periodista, Mendicutti no deja de pasar revista a los males de este tiempo que padecemos: la crisis inmobiliaria, la debacle financiera, la degradación de cierta parte de la juventud, la depravación de la prensa del corazón…
      Todo ello desde la mirada lúcida y fina de un humorista de la vieja escuela, de un escritor asombroso que nunca defrauda y al que debemos recurrir cada vez, cada día, cada momento en que pensemos que nada merece la pena. Con Mendicutti, todo merece la pena.



Eduardo Mendicutti,
Mae West y yo,
Tusquets editores, Barcelona, 2011. 259 páginas.