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sábado, 13 de septiembre de 2014

EL INFIERNO EN EL PARAÍSO: otro Dürrenmatt


      La Historia de la Literatura es un largo camino construido por innumerables baldosas. Las hay, evidentemente, de todo tipo: las que resaltan sobre el resto (son los escritores sagrados); las diminutas, las anónimas (aquellos ignorados). Entre estos dos extremos cabe destacar a algunas que, inexplicablemente, son desconocidas por el gran público ¾quizás por su carácter marginal; tal vez por su proximidad a aquellas enormes y acaparadoras¾. Son escritores de culto, especimenes conocidos por unos pocos. No obstante, sus seguidores, a pesar de no ser legión, son insobornables, fieles hasta las últimas consecuencias. El suizo Friedrich Dürrenmatt pertenece a este grupo (donde incluiríamos, por citar a algunos, a Sciascia, a Simenon, a Cheever). Pese a su grandeza, pese a su trabajo tan arduo y concienzudo, la obra de Dürrenmatt es apenas conocida por el gran público.
     Sucede, a veces, que amas tanto un libro que deseas que nadie más tenga acceso a él: su lectura, piensas, podría corromper el libro, prostituir el significado que tú le has dado y que crees exacto. Esa sensación es la que tengo ante los libros de Dürrenmatt: oculto bajo la aparente sencillez estilística ¾como anguis in herba¾ uno puede descubrir un mundo de sutilezas y recovecos, la defensa de un modelo de vida donde la Justicia prima sobre cualquier otro valor.
     La sospecha escrita en 1953 es rescatada por Tusquets para goce de los amantes de la buena literatura. Forma este libro, junto al anterior El juez y su verdugo (1948) ¾también publicado por Tusquests y reseñado anteriormente¾, un díptico en el que el escritor suizo reflexiona sobre los valores que sostienen nuestra sociedad, en el que se expone una filosofía vital que confía en la humanidad a pesar de sus defectos, que cree en la justicia y la moral como únicos valores válidos para crear una civilización. Todo ello bajo el formato de una novela de intriga protagoniza por un enfermo y viejo comisario Bärlach, recluido en la cama de un hospital, convaleciente e indefenso. Un personaje que recuerda, por su aislamiento, al Isidro Parodi de Borges y Bioy Casares, o al Nero Wolfe de Rex Stout.
       En su lecho hospitalario, accidentalmente, Bärlach halla, en una revista, la fotografía de un célebre doctor nazi, famoso por realizar operaciones sin anestesia en un campo de concentración. El parecido con un acaudalado médico suizo, quien posee una clínica privada muy afamada entre la clase pudiente del país, creará en Bärlach una sospecha que deberá confirmar: ¿son ambas la misma persona?. Disquisiciones detectivescas y filosóficas se entremezclan en la investigación que el viejo comisario emprende por su cuenta y riesgo. Es su amor por la Justicia, su fe ciega en que existen unos valores morales y cívicos que deben cumplirse, la que le llevará a conocer una serie de personajes tan entrañables como monstruosos y terroríficos: el extravagante Gulliver; el enano asesino; la fanática e ingenua enfermera Klari, el pobre y lunático Forstchig... la perversa doctora Marlok. En fin, un viaje al miedo más primitivo: el del hombre solo e impotente, atado a un lecho y a una enfermedad que limitan sus actos, pero no sus pensamientos ni sus sentidos.
     Junto a la lograda recreación de la clínica y a la descripción impecable de los momentos más tensos; Dürrenmatt, solapadamente, realiza una crítica ácida y directa a una sociedad como la suiza. En ese aspecto se asemeja a su compatriota y compañero generacional Max Frisch. Nuestro autor se enfrenta a las bases sociales de un país, Suiza, modelo de convivencia y civilidad, pero que es capaz de olvidarlo todo cuando suena el sonido del dinero o cuando se ciega ante la falsa respetabilidad. La hipocresía suiza ¾su neutralidad no le impide acoger el dinero de criminales o terroristas declarados¾ es la que permite y sustenta la existencia de seres como el doctor Emmenberger, el antagonista de la obra, el criminal nazi que no duda en crear un infierno en el paraíso suizo.

       Termina uno la lectura y sabe que la fe de Bärlach (como la de su autor) aparece únicamente en el mundo novelesco... lamentablemente.

Friedrich Dürrenmatt,
La sospecha, 
Ed. Tusquets. 181 págs.