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lunes, 19 de mayo de 2014

CALLE PANDROSSOU



No llovió aquella semana,
y la mugre y el ruido pesaban
como treinta siglos de historia. Nos asfixiábamos.
Y, aún así, la memoria se alegra
al recordarme
colgado de tu hombro de niña buena.
Porque era un lujo pasear
por una calle estrecha y curva,
salpicada de tiendas y gritos de reclamo: camisetas,
combolóis, cerámicas y plata.
Era un lujo apoyar mi mano en tu hombro,
y rozar (fingiendo no darme cuenta)
el lóbulo de tu oreja, la nuca, peinar
tu pelo
          ...brevemente,
para no mancillarte con mi tacto.

En una ciudad muerta y sucia como Atenas,
sólo el ocio de vagar por aquella calle
—barrio de la Plaka
nos reconfortaba.

Porque fue un lujo sentarse en la popa
(¿te acuerdas de aquel día?),
dar de comer
a las gaviotas, y que el viento
removiera nuestros cabellos;
imitando a viejas películas de siempre
soportábamos el frío cortante...
porque era un don matar el tiempo ensayando poses,
soñando con regresar a Poros,
a Hydra —sacando fotos—,
a Egina (un poco menos).

Y al volver a nuestra calle,
las camisetas blancas
eran como una estela de gaviotas
que nos traía el mar.

                                                           A Mª Paz Moreno